En un pueblo imperaba el terror más grande que podía existir, había en una cueva de la comarca un ser monstruoso que se dice tenía nueve cabezas y que devoraba a todos aquellos que pasaban cerca de él.
Para que este ser no saliera de la cueva, todos los meses le ofrecían una doncella, todos vivían en un terror perpetuo. Un día el consejo de ancianos del reino decidió que había que darle al monstruo de comer a la hija del rey.
Éste desesperado gemía y lloraba, cuando en la corte se presentó un joven Babalawo que además era guerrero de reconocida fama por la forma como tiraba la lanza, éste le dijo al rey que si le daba a su hija por esposa la libraría del terrible ser.
El rey consintió; el Awo consultó a Ifa, el cual le dijo que eso que estaba en la cueva era el producto de la ley inviolable de Olofin, que ese ser era el espíritu reencarnado de su antecesor, el cual había sido un Babalawo tan famoso por sus conocimientos que había superado a todos los de su época.
Pero que su arrogancia fue tan grande que cuando alguno de sus hermanos se equivocaba, los insultaba, “cabeza de perro”, “cabeza de tiñosa”, “cabeza de maja”. Entonces cuando murió el castigo de Olofin fue que reencarnara como un monstruo con nueve diferentes cabezas, por los desprecios que daba a sus hermanos. A pesar del castigo en vez de redimirse y arrepentirse, se llenó de odio y venganza, había cebado su poder destructivo en los infelices habitantes del pueblo.
Ifa le recomendó hacerse ebbo con su lanza y un bastón, los que utilizaría para derrotarlo. Además que al llegar a la entrada de la cueva tenía que llamar a su antecesor por su nombre secreto; que entrara en la cueva y cuando saliera el monstruo golpeara en el piso con el bastón y rezara. Así lo hizo el Awo y fueron muriendo una a una las cabezas del monstruo. Al final con su lanza remató el cuerpo deforme que se consumió en polvo.
Comprendió que con la muerte del monstruo había muerto todo lo malo que ligaba a su espíritu antecesor con él. Cuando salió de la cueva se sintió nuevo, dio gracias a Ifa, y en la corte del rey se casó con la princesa, teniendo una vida mesurada para no caer en los errores de su antecesor.
Oyekun Bika
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